Abren puertas y ventanas. Estudian e investigan. Promueven a los grandes pensadores. Juegan a viajar en el tiempo. Transforman una oportunidad perdida, en una aprovechada. Difunden la historia. Trabajan siguiendo su vocación. Brindan elementos que ayudan a leer la vida de mejor manera. Se acompañan de lápices y libros.
Son únicos, pacientes y dedicados. Tienen distintas edades. Se presentan con dominio de su materia. Utilizan el plumón y el bolígrafo como varitas mágicas. Hacen del pizarrón un espacio abierto al conocimiento. Las disciplinas que imparten son tan variadas como sus sitios de trabajo: laboratorios, talleres, aulas, patios, pequeñas salas o cubículos escondidos. No siempre desempeñan su trabajo en condiciones adecuadas, sin embargo, se las ingenian para encontrar un remedio a la situación. Cuando no encuentran apoyo y estímulo a su trabajo, perfeccionan el ejercicio de la dignidad. En sus centros de trabajo las instrucciones toman forma, la palabra se transforma en acción y se aprende costura, inglés, cocina, matemáticas, sociología... Ellos llenan de aspiraciones las mochilas o colocan el dominio de un oficio bajo el brazo.
Habrá estrellitas en la frente, caritas de felicitación, pruebas, cuadernos llenos de ejercicios, letras chuecas, mapas, números y colores, todo esto sólo para comenzar. Tanto que aprender: Filosofía, Historia, Ciencias Naturales. Son ayudantes profesionales de los pequeños que temen al primer día de clases, los llevan de la mano para entrar al salón y descubrir el mundo entero
Aparecen el cómo, quién, cuándo y qué, rebotando en las paredes. Las preguntas se pasean a lo largo y ancho de la escuela. Ellos imparten su clase como la ocasión esperada para calmar el rebote. La tarea consiste en que sus alumnos descubran el para qué estar ahí.
Con el cambio y el crecimiento, llega la necesidad de explicaciones y aparecen ellos, los que desmenuzan las preguntas, fraccionando parte por parte lo que se desconoce, para su buena comprensión. La necesidad de orientación no descansa: indecisión sobre el área de estudio, afición u oficio, y ellos resuelven esas dudas con la habilidad que les brinda su saber y vocación.
Aquellos que trabajan en la enseñanza alumbran caminos de especialización, estudios de postgrado, maestría y doctorado. Llevan portafolios llenos de exámenes, apuntes y notas, instrumentos y objetos varios, lo necesario para sacar el mayor provecho de su tiempo de trabajo.
Los profesores activan mentes e iluminan aulas, escuchan su vocación y hacen de su labor algo mucho más grande que una simple ocupación. Académicos, profesionistas, jefes de estado, jardineros, cocineros, astronautas… todos han encontrado a esos maravillosos personajes que les dijeron cómo hacer las cosas y les explicaron el principio. Su trabajo favorece el desarrollo de un pueblo, difunde valores, incorpora hábitos, construye ideologías y fortalece personas.
Aplausos, reverencia y agradecimientos para todos aquellos que trabajan convencidos de su labor, por los que mejoran la vida de sus aprendices, por los que han logrado el milagro de la comprensión y el razonamiento, por los que consiguen que se aprenda lo necesario para ganarse el sustento, por los que impulsan a todos los que visitan el aula, a seguir creciendo como personas y a creer en sí mismos. Es necesario hacer un reconocimiento a los profesores que dedican años de trabajo a la invaluable actividad del magisterio, a ellos, que logran clase tras clase, practicar la enseñanza con devoción y maestría.
Son únicos, pacientes y dedicados. Tienen distintas edades. Se presentan con dominio de su materia. Utilizan el plumón y el bolígrafo como varitas mágicas. Hacen del pizarrón un espacio abierto al conocimiento. Las disciplinas que imparten son tan variadas como sus sitios de trabajo: laboratorios, talleres, aulas, patios, pequeñas salas o cubículos escondidos. No siempre desempeñan su trabajo en condiciones adecuadas, sin embargo, se las ingenian para encontrar un remedio a la situación. Cuando no encuentran apoyo y estímulo a su trabajo, perfeccionan el ejercicio de la dignidad. En sus centros de trabajo las instrucciones toman forma, la palabra se transforma en acción y se aprende costura, inglés, cocina, matemáticas, sociología... Ellos llenan de aspiraciones las mochilas o colocan el dominio de un oficio bajo el brazo.
Habrá estrellitas en la frente, caritas de felicitación, pruebas, cuadernos llenos de ejercicios, letras chuecas, mapas, números y colores, todo esto sólo para comenzar. Tanto que aprender: Filosofía, Historia, Ciencias Naturales. Son ayudantes profesionales de los pequeños que temen al primer día de clases, los llevan de la mano para entrar al salón y descubrir el mundo entero
Aparecen el cómo, quién, cuándo y qué, rebotando en las paredes. Las preguntas se pasean a lo largo y ancho de la escuela. Ellos imparten su clase como la ocasión esperada para calmar el rebote. La tarea consiste en que sus alumnos descubran el para qué estar ahí.
Con el cambio y el crecimiento, llega la necesidad de explicaciones y aparecen ellos, los que desmenuzan las preguntas, fraccionando parte por parte lo que se desconoce, para su buena comprensión. La necesidad de orientación no descansa: indecisión sobre el área de estudio, afición u oficio, y ellos resuelven esas dudas con la habilidad que les brinda su saber y vocación.
Aquellos que trabajan en la enseñanza alumbran caminos de especialización, estudios de postgrado, maestría y doctorado. Llevan portafolios llenos de exámenes, apuntes y notas, instrumentos y objetos varios, lo necesario para sacar el mayor provecho de su tiempo de trabajo.
Los profesores activan mentes e iluminan aulas, escuchan su vocación y hacen de su labor algo mucho más grande que una simple ocupación. Académicos, profesionistas, jefes de estado, jardineros, cocineros, astronautas… todos han encontrado a esos maravillosos personajes que les dijeron cómo hacer las cosas y les explicaron el principio. Su trabajo favorece el desarrollo de un pueblo, difunde valores, incorpora hábitos, construye ideologías y fortalece personas.
Aplausos, reverencia y agradecimientos para todos aquellos que trabajan convencidos de su labor, por los que mejoran la vida de sus aprendices, por los que han logrado el milagro de la comprensión y el razonamiento, por los que consiguen que se aprenda lo necesario para ganarse el sustento, por los que impulsan a todos los que visitan el aula, a seguir creciendo como personas y a creer en sí mismos. Es necesario hacer un reconocimiento a los profesores que dedican años de trabajo a la invaluable actividad del magisterio, a ellos, que logran clase tras clase, practicar la enseñanza con devoción y maestría.
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