28 de agosto de 2014

Carta de una madre


Querido(a) hijo(a), el día que me veas viejita, te pido por favor que me tengas paciencia. Entiende que la vida es un ciclo y todos volvemos a ser niños.
Sí cuando hablo contigo, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme: ¡eso ya me lo contaste!, sólo escúchame por favor…

Cuando quiera comer algo que no deba por mi salud, no me grites, explícame con cariño así como yo te explicaba muchas veces el daño que te hacían los dulces.
Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos gestos mal humorados, reflejados en tu mirada, que me hacen sentir mal.

Recuerda que yo te enseñe a hacer muchas cosas como: comer, vestirte, peinarte y cómo afrontar la vida…

El día que notes que me estoy volviendo vieja, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme…

Sí ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordad y si no puedo, no te pongas nervioso(a) o arrogante. Ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo, que me pidas consejos y me tomes en cuenta.

Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te la ofrecí cuando diste tus primeros pasos.
Cuando estos días vengan, no te sientas triste ni me hagas sentir incompetente ayúdame mientras llega al final de mi vida, pero con amor y cariño.

Regálame flores “ahora” que puedo oler su aroma, dime que me amas “ahora” que aun puedo escucharte, demuéstrame tu amor “ahora” que puedo verte. Aunque no tenga el suficiente dinero para premiarte con un regalo, yo te lo agradeceré con una gran sonrisa, TE AMO

Atte. tu viejita

.... Y... ¿A poco no es así?

A los 3 años: ¡Mamita te amo!
A los 10 años: ¡Mamá te quiero!
A los 15 años: ¡Ah, sí mamá!
A los 18 años: ¡Como fastidias mamá!
A los 20 años: ¡Quiero irme de la casa!
A los 35 años: ¡Quiero vivir con mi madre!
A los 50 años: ¡No te vayas mi viejita linda!
A los 70 años: ¡Cuánto daría por estar cinco minutos con mi mamá!

Y después de todo, comienzas a valorar que tu hermosa madre:
- Cambio su figura por una barriga.
- Que cambio un delineador de ojos por ojeras.
- Que cambio las noches de rumba por constantes trasnoches.
- Que cambio su bolso de mano por una pañalera

Y sólo para recibir amor a cambio.

Así que apapacha a tu madre no sólo una ves al año, sino cada segundo que puedas...

23 de agosto de 2014

50 Preguntas para docentes. ¿Cuál es tu preferida?


  1. ¿Por qué ejerzo de docente?
  2. ¿Me veo ejerciendo de docente durante toda mi vida laboral?
  3. ¿De qué ejercería si no lo hiciera como docente?
  4. ¿Qué siento minutos antes de entrar en un aula?
  5. ¿Cómo quiero que me recuerden mis alumnos el día de mañana?
  6. ¿Me siento libre cuando enseño?
  7. ¿Me siento feliz cuando enseño?
  8. ¿Qué porcentaje del libro de texto no utilizo durante el curso?
  9. ¿Cuántas fotocopias de material extra doy a mis alumnos teniendo un libro de texto?
  10. ¿Existe mucha distancia entre el registro que uso en clase y el de mis alumnos?
  11. ¿Tengo clara la diferencia entre disciplina y castigo?
  12. ¿Sería capaz de entender lo que voy a explicar hoy si tuviera la edad de mis alumnos?
  13. ¿Cúantos minutos han hablado mis alumnos hoy en clase?
  14. ¿Cuántos alumnos creo que serán capaces de entender lo que hoy les voy a explicar?
  15. ¿Por qué llevan mis alumnos varios minutos sin escucharme?
  16. ¿Qué aplicación tiene para la vida real lo que estoy enseñando a mis alumnos?
  17. ¿Por qué hoy la clase pasa tan lenta?
  18. ¿Qué beneficios me aporta llegar puntual a clase?
  19. ¿Cuántos cursos llevo explicando lo mismo de la misma forma?
  20. ¿Cómo enseño aquello que no me gusta enseñar de mi asignatura?
  21. ¿Qué grado de pasión  y entusiasmo soy capaz de transmitir mientras enseño?
  22. ¿Qué he aprendido hoy de mis alumnos?
  23. ¿Qué posición ocupo en el aula para captar la atención de mis alumnos?
  24. ¿Cuánto tiempo hablo de forma ininterrumpida?
  25. ¿Cuánto tiempo tardo en aprenderme el nombre de mis alumnos?
  26. ¿Cómo gestiono el error que cometen mis alumnos?
  27. ¿Cuándo ha sido la última vez que me he reído con mis alumnos en clase?
  28. ¿Soy la misma persona fuera que dentro del aula?
  29. ¿Miro constantemente el reloj durante una sesión lectiva?
  30. ¿Suelo mirar a los ojos y atender exclusivamente a mis alumnos cuando estos se dirigen a mí?
  31. ¿Me considero un docente empático?
  32. ¿Qué persigo en mis clases, la perfección o la excelencia?
  33. ¿Qué tipo de preguntas predominan en mis clases, las cerradas o las abiertas?
  34. ¿Por qué enseño aquello que mis alumnos podrían aprender por sí solos?
  35. ¿Cuánto tiempo dedico a pensar cómo será una sesión lectiva?
  36. ¿Me he aburrido hoy en clase?
  37. ¿Qué suelo valorar más de mis clases, el proceso o el resultado?
  38. ¿Enseño de la misma manera en todos los grupos?
  39. ¿Paso más tiempo explicando que enseñando?
  40. ¿Soy mejor docente gracias a las Nuevas Tecnologías?
  41. ¿Fomento la imaginación y la creatividad en el aula?
  42. ¿Cómo me imagino dentro de cinco o diez años?
  43. ¿Qué entiendo por ser productivo en mi trabajo?
  44. ¿Qué entiendo por tener autoridad?
  45. ¿Qué grado de elección tienen mis alumnos sobre aquello que enseño?
  46. ¿Qué enseño cuando no estoy enseñando?
  47. ¿Suelo dejar para el próximo curso académico aquello que podría realizar en este?
  48. ¿Cuán importante es para mí la educación inclusiva dentro del aula?
  49. ¿Cumplo las promesas que les hago a mis alumnos?
  50. ¿Amo ser docente?


22 de agosto de 2014

El docente ladrón de sueños.


Cuentan que, ante un grupo de niños, un hombre contaba la siguiente historia…

Había una vez un muchacho hijo de un humilde entrenador de caballos. El padre del muchacho era pobre y, aunque con algunos sacrificios, consiguió que su hijo pudiera ir a la escuela. Una mañana, mientras estaban en clase, el profesor pidió a los alumnos que pusieron por escrito las metas que pretendían alcanzar cuando fueran mayores.

El joven, ilusionado por el proyecto, pasó gran parte de la noche escribiendo varios folios en los que explicaba con detalle sus sueños y anhelos. Incluso, hizo varios dibujos para completar su descripción. El chico se imaginó aquella noche dueño de su propio rancho, cuidando de su propia ganadería y con un extenso terreno en cuyo centro se levantaba su casa. Visiblemente emocionado, a la mañana siguiente, el muchacho entregó su trabajo al profesor.

Sin embargo, dos días más tarde, el joven recibió la puntuación de su trabajo, un suspenso, junto con una nota que le decía que se quedara a hablar con el profesor al terminar las clases. El chico acudió a ver a su profesor y lo primero que hizo fue preguntar por qué lo había suspendido. El profesor le explicó: “Este es un sueño poco realista para un chico como tú. Tú no tienes recursos, tu familia es humilde. Para conseguir todo lo que describes en tu trabajo hace falta mucho dinero y muchos contactos. Tienes que comprar el terreno, pagar por las crías originales y después tendrás muchos más gastos de mantenimiento. Tu proyecto no es realista, no podrías hacerlo de ninguna manera.”

A continuación, el profesor agregó:” A pesar de ello, y en consideración por todo el esfuerzo realizado, si vuelves a redactar tu proyecto de forma más apropiada, con objetivos más realistas, te prometo reconsiderar tu nota.”

El chico regresó a su casa y pensó mucho lo que su profesor le había explicado. También le preguntó a su padre que debía hacer, ante lo cual, este le contestó: “Mira hijo, creo que esa es una decisión importante, por lo que te recomiendo que te tomes tiempo para tomarla. Creo que es algo que debes decidir por ti mismo. Lo que tú decidas estará bien.”

Finalmente después de reflexionar durante un par de días, el chico volvió a presentarse ante su maestro entregándole el mismo trabajo, sin hacer cambio alguno. Ante la cara de asombro de su profesor, el chico le dijo: “Profesor, puede usted mantener mi mala nota, pero yo prefiero conservar mi sueño.”

Al concluir esto, el hombre que hablaba miró a los niños y les dijo: “Y esta es mi historia. Y aquí enfrente está la casa de mis sueños. En el centro del rancho que me propuse conseguir, porque esta es la meta de mi vida. Aún conservo aquel trabajo, con sus grandes números rojos en una esquina, enmarcado sobre la chimenea.”

Luego agregó: “Pero lo mejor de la historia es que, hace dos años, aquel mismo profesor, me visitó con un grupo de treinta chicos. Vinieron a visitar mi rancho. Y al irse me confesó: -Mira, ahora puedo decírtelo. Cuando era profesor, era una especie de ladrón de sueños. Durante aquellos años, les robé un montón de sueños a los niños. Pero por suerte, tú tuviste la fortaleza de no abandonar el tuyo. Y tu ilusión, y tu persistencia me hicieron ver lo equivocado que estaba, y lo cruel que fui con aquellos niños. Ahora, ya jubilado, intento reparar el daño causado contagiando la ilusión a cuantos quieren oírme.”

Ser maestro implica una gran responsabilidad (todo gran poder…). Manejamos ilusiones y sueños ajenos, y de nosotros depende regarlos y que puedan florecer o que se marchiten. ¡Nadie dijo que fuera fácil! Aunque por otra parte… ¿alguien conoce algo tan apasionante?
(Maestra Hazblog)

21 de agosto de 2014

¿Cómo ganarse el respeto de tus alumnos?


1. Dar ejemplo. El docente no tiene la misma posición que el alumno en el aula. En muchas ocasiones tendemos a distanciarnos mucho de nuestros estudiantes y ello conlleva un cierto peligro. A mayor distanciamiento con tus alumnos, más difícil se hace ganarse su respeto, ya que te ven más como una autoridad que como un docente con ganas de transmitir valores y conocimientos. Dar ejemplo a tus alumnos es algo tan sencillo como respetar las normas del centro y echar a un lado lo que entenderíamos como privilegios. Para dar ejemplo debemos evitar:
·         La falta de puntualidad al inicio y al final de la sesión lectiva.
·         El uso del móvil en el aula sin una finalidad estrictamente educativa.
·         Ausentarse del aula con regularidad. Demuestra falta de previsión y de planificación.
·         El retraso en la corrección de pruebas, exámenes y trabajos.
·         Faltar al respeto a nuestros alumnos.
·         El trato desigual a tus alumnos.
·         Ser coherentes entre lo que se dice y lo que se hace, respetando en todo momento las reglas del centro.

2. Tono de voz. El tono de voz es un aspecto determinante para ganarse el respeto de tus alumnos. En muchas ocasiones nuestro tono de voz determina el quehacer de una sesión lectiva. Hay que evitar un tono monótono y cansino porque provoca que el alumno deje de escucharnos. En muchas ocasiones nuestro tono de voz no es el adecuado y refleja con demasiada claridad nuestro estado de ánimo. No es mejor profesor aquel que tiene un mayor tono de voz. Es importante que nuestra voz refleje decisión y pasión, que nos creamos aquello que estamos transmitiendo, que seamos verosímiles en nuestras explicaciones, que evitemos vacilaciones y anacolutos (no finalizar una oración y empezar con otra). De lo que se trata es de sacar partido a nuestra voz y para ello es recomendable tener unos hábitos saludables como:
·         Hidratarse durante toda la jornada laboral.
·         Evitar gritar.
·         Evitar hablar en el momento en que varios alumnos lo estén haciendo al mismo tiempo.
·         Tener una conducta postural adecuada.
·         No hablar mientras borramos la pizarra.
·         Aprender a respirar con el diafragma.
·         Expulsar el aire por la nariz.

3. Actitud corporal. Otro factor para ganarse el respeto de tus alumnos es la actitud corporal con la que afrontamos una clase. Es fundamental que noten nuestra presencia en el aula en todo momento. Nuestra actitud corporal debe ser decidida y enérgica porque en muchas ocasiones transmite mucho más que nuestra voz. Debemos ser capaces de utilizar todo nuestro cuerpo para captar la atención de nuestros alumnos. El lenguaje no verbal es un tipo de lenguaje que complementa nuestras enseñanzas y es una herramienta muy útil para reforzar los contenidos. Para ello es recomendable:
·         Gesticular con las manos cuando pretendamos destacar un aspecto que nos parece importante.
·         Movernos continuamente por toda la clase.
·         Ser expresivos con nuestro rostro a la hora de manifestar sentimientos, deseos, órdenes…
·         Caminar erguidos y con paso decidido y firme.
·         Mirar al alumno que nos está hablando en ese momento.
·         Estar callados y utilizar nuestro cuerpo cuando en el aula se producen conductas disruptivas. Hay veces que un gesto es mucho más eficaz que dar una orden de forma oral.

4. Preparación y coherencia. Otro factor muy a tener en cuenta de cara a ganarse el respeto de tus alumnos es preparar a conciencia las sesiones lectivas de cada uno de tus grupos, y que estas sesiones sean coherentes con los contenidos previstos en la programación. Los alumnos valoran enormemente a los profesores que saben en todo momento qué hacer en sus clases. Es muy importante que no vacilemos durante la clase sobre lo que se va a trabajar. Es el docente el que decide en todo momento qué hacer en el aula. De no ser así el respeto de vuestros alumnos se verá afectado porque perderéis capacidad de decisión y de control del aula. Vosotros sois los que os encargáis de los contenidos de la programación y de llevarlos a la práctica. Otro factor relacionado con este punto es la importancia de ser coherentes durante vuestras sesiones lectivas y con la programación. Debéis evitar preguntar a vuestros alumnos en qué punto del tema os habías quedado o corregir ejercicios que ya se habían corregido el día anterior. Los alumnos notan en seguida que no tenemos nuestras sesiones lectivas preparadas y eso hace que aumente la disrupción en el aula, provoque la queja de los alumnos y sea más difícil que os respeten.

5. Empatía. La empatía es para mí el aspecto determinante en el proceso educativo. Ya en otro artículo me referí a la importancia de la empatía como un factor clave en la relación entre alumno y docente. El artículo en cuestión se titula 5 consejos para aumentar la empatía con tus alumnos. En esta entrada hago referencia a la importancia de sabernos poner en la piel de nuestros alumnos mediante la escucha activa. Escuchar con atención a nuestros alumnos y asentir la cabeza ayuda ganarnos su respeto. Los estudiantes valoran enormemente que conectemos con ellos, que nos hagamos partícipes tanto de sus logros como de sus fracasos, tanto de sus alegrías como de sus preocupaciones. Ser docente sin ser empático es algo que no concibo en la Educación. Aquellos docentes que carecen de empatía son, por lo general, aquellos que tienen más problemas de relación con un grupo.

El respeto de un profesor viene determinado por sus actuaciones en el aula. No tiene nada que ver con el hecho de ser hombre o mujer, de ser un profesor recién llegado o un veterano. Ganarse el respeto de los alumnos viene determinado por nuestro trabajo, por nuestra profesionalidad, por nuestra dedicación y preparación y por la pasión con que llevemos a cabo nuestras sesiones lectivas.


Así y sólo así conseguiremos una de las máximas satisfacciones para un docente, el respeto y la admiración de nuestros alumnos. Porque… TODO SE PUEDE APRENDER. TODO SE DEBE ENSEÑAR.

20 de agosto de 2014

Lo que siembras, cosechas.

Nunca un naranjo dará rosas ni aguacates o plátanos. Simplemente, se recoge lo que se siembra.
Si con respeto, bondad, sonrisas, amor, andas por el mundo, eso retornará a tí sin duda. Entonces hay que el preguntarse….

¿Qué he sembrado a lo largo de mi vida? ¿Es alegría, esfuerzo y ejemplo? Mis hijos…. ¿qué semillas crecerán en ellos? ¿Me oyen decir mentiras y groserías? ¿Me escuchan hablar mal de otros, quejarme, criticar y maldecir? ¿Tengo tiempo para dialogar con ellos, guiarlos con los valores humanos? O ¿estoy muuuuy ocupado trabajando para darles TODO, dando a entender que las cosas pueden sustituir el cariño y la atención que ellos necesitan?

Es tiempo de sembrar en todos, pero especialmente en tus hijos…. lo que siembres hoy, eso recogerás mañana. No dejes pasar ni un día sin que te vean dialogar, ser generoso, servicial, trabajador y buen ejemplo.

En la escuela y en el salón, el trato que tienen tus hijos con sus compañeros se observa si el niño sabe sobre la colaboración, higiene, orden y respeto.

Siembra bondad, comprensión y cosecharás ternura y perdón. El que siembra entusiasmo y alegría con pequeños detalles, encontrará la felicidad. Pero, no acostumbres a darle premios o regalos por hacer lo debido, pues la recompensa no es inmediata. ¿Cuándo viste crecer un árbol en un día? Basta con unas palabras de aprobación, una sonrisa y algún gesto de cariño sino, después tendrás un pequeño tirano que sólo con sobornos o chantajes hará lo correcto. Y le darás problemas al maestro que no sólo atiende al tuyo, sino a 3 decenas más de alumnos.

Hoy es tiempo de sembrar. No dejemos de hacerlo ni un sólo momento. ¡Qué bello es sembrar con el buen ejemplo! Es mejor que cualquier sermón dictado por cualquier gran orador. Pero, ¡qué difícil es la congruencia entre lo que decimos y lo que vivimos!

Nunca justifiques la mala conducta de tu hijo, echando la culpa a otros. Se debe detener, señalar la falta, corregir y reparar el daño, porque dentro de 10 años lo estarás lamentando. Aún estás a tiempo de sembrar.

Sembrar es lo importante y cierto es que, cosechamos lo que sembramos.

¡¡¡¡SIEMBRA PUES, BUENOS HÁBITOS!!!!