13 de mayo de 2013

¿Qué es lo que hacen los buenos profesores?




1. No se trata de nosotros, sino de ellos
  Los verdaderos profesores deben considerarse a sí mismos como guías que llevan a los estudiantes en una excursión en donde el punto focal no es el profesor, sino los estudiantes.
  No es bueno llegar a la clase pensando “¿Qué voy a hacer hoy?” sino “¿Qué van a hacer mis estudiantes hoy?”

2. Estudiemos a nuestros estudiantes
  No basta con conocer nuestros materiales. Debemos conocer a las personas a las que vamos a enseñar, sus talentos, su experiencia previa y sus necesidades. De otra manera, ¿cómo podemos estar seguros de lo que ellos ya conocen y de lo que necesitan saber?
  Una analogía muy simple es imaginarse que alguien nos pregunta “¿Cómo llego a…?”  Lo primero que debemos preguntar es “¿En dónde está usted?” Debemos saber el punto de partida de un alumno para ayudarlo a llegar a su destino. Puede sonar obvio, pero como profesores, a veces empezamos el viaje y nos olvidamos de preguntar de dónde vienen nuestros estudiantes.

3. Creemos un ambiente seguro para tomar riesgos.
  Recuerdo cuando estaba enseñando a una de mis hijas a cruzar la calle cuando tenía cinco años. Siempre le decía: “Tú me dices cuándo podemos cruzar”. Le daba la mano y esperaba a que ella tomara la decisión y me llevara. Si su decisión era equivocada, le preguntaba: “¿Estás segura? Mira otra vez”.
  Aprender es un acto de vulnerabilidad. Los estudiantes tienen que reconocer que ellos no saben, tomar riesgos y repensar lo que creían que sabían. Eso puede ser incómodo e incluso aterrador para algunos y nuestro trabajo como profesores debe ser el de crear un entorno favorable para que puedan lanzarse al vacío con la certeza de que la red que pusimos estará allí esperándolos.
  Las maestras de preescolar muchas veces colocan cojines en el suelo y se sientan a la misma “altura” de sus estudiantes, o llenan las paredes del salón con sus trabajos para hacer que el espacio sea de ellos. El resultado es un ambiente de aprendizaje seguro para ellos emocional, intelectual y psicológicamente.
  Los estudiantes tienen que saber que pueden confiar en su profesor.  Por eso es importante que sepan que en nuestra aula de clase no existe el sarcasmo y que nosotros no los vamos a hacer quedar mal ante los demás.

4. Los grandes maestros emanan pasión
  La diferencia entre un buen profesor y un gran profesor no es su experiencia o sus conocimientos. Tiene que ver con su pasión. Pasión por el tema, pasión por enseñar, pasión por lo que hace. El deseo es contagioso, si el profesor lo tiene, lo más seguro es que los estudiantes también lo obtendrán.
  Lo más importante es tener pasión por lo que se hace y esta debe ser genuina. Es algo que no se puede simular. Los estudiantes descubren inmediatamente cuando ponemos un interés sincero y cuando no.

5. Volvámoslo claro, así no podamos volverlo simple
  Uno de los principales atributos de un gran maestro es su habilidad para desmenuzar ideas complejas y hacerlas entendibles.  La esencia de enseñar y de aprender está en la comunicación.  Como profesores debemos estar permanentemente mejorando nuestras habilidades de comunicación tanto escrita como oral.
  Nuestra labor consiste en ser constantes traductores de conceptos difíciles a un idioma simple. Somos clarificadores, iluminadores, desempacadores. Buscamos ejemplos, creamos metáforas, hacemos diagramas: todo lo que sea necesario para que nuestros estudiantes reciban en forma clara el mensaje. Pero no debemos sobrepasarnos y querer trivializar todo. Muchas veces el estudiante necesita bocadillos de conocimiento que le exijan un esfuerzo adicional.

6. Somos líderes y tutores
  Los buenos maestros son guías que acompañan y orientan , son firmes, pero no son rígidos ni autoritarios

7. No temamos ser vulnerables
  Para algunos, ser un profesor significa presentarse como la persona que tiene todas las respuestas. Cualquier signo de vulnerabilidad o de ignorancia puede significar debilidad. Ese tipo de persona es un pésimo profesor
  A veces la mejor respuesta que un profesor puede dar es, “No lo sé”. En vez de perder credibilidad, se gana la confianza de los estudiantes y esa confianza es la base de una relación productiva. Todos sabemos que la perfección es una máscara. Por eso desconfiamos de las personas que se ocultan detrás de la máscara del sabelotodo. No son honestos con nosotros. Las personas con las que desarrollamos las más profundas conexiones son aquellas que reconocen sus limitaciones frente a nosotros.
  Reconocer lo que usted no sabe muestra que todavía está aprendiendo, que el profesor es, en realidad, todavía un estudiante.

8. Enseñemos con el corazón
  La mejor enseñanza no sale de fórmulas; es personal. Diferentes personas enseñan literatura de múltiples maneras porque lo hacen de acuerdo a cómo ellos son y cómo ven el mundo. Enseñamos lo que somos. El acto de enseñar requiere el coraje de explorar nuestro propio sentido de identidad.
  Si no sabemos quiénes somos, no podemos conocer completamente a nuestros estudiantes y no podremos conectarnos con ellos. La gente recurre a técnicas para lograrlo hasta que descubren su propia forma de ser profesor. El músico de Jazz Charlie Parker lo expresaba muy fácil: “Si no lo vives, no va a salir de tu trompeta”.

9. Repitamos los puntos importantes
  Si usted quiere que sus estudiantes recuerden algo importante, es necesario que se los diga más de una vez. La primera vez que algo se dice, se escucha. La segunda vez, se reconoce. Y la tercera vez, se aprende.
  El reto está entonces en ser consistente sin volverse predecible o aburrido. Los mejores maestros mantienen su mensaje fresco utilizando nuevas formas de expresar los mismos puntos. Hay que ser ingenioso y disfrazar un poco los temas de manera que la gente piense, “esto no lo había escuchado antes”.

10. Los buenos maestros hacen buenas preguntas
  Un profesor efectivo entiende que aprender es explorar lo desconocido y que tal exploración empieza con formularse las preguntas adecuadas. No se trata de preguntas disfrazadas de conferencias. No se trata de preguntas de falso o verdadero que no encienden discusiones acaloradas. Se trata de preguntas que abren las puertas a más profundos cuestionamientos. “¿Cómo funciona esto?”, “¿Qué significa esto?” y la pregunta favorita: “¿Por qué?”
  Si queremos llegar a lo más profundo de un tema, preguntemos ¿por qué?, cinco veces, como acostumbran los orientales.

11. No se trata simplemente de transferir información
  Se trata de enseñar a la gente a pensar. Lo último que desearíamos hacer es pararnos a decirles lo que tienen que hacer, o darles las respuestas que queremos oír. Los mejores profesores están menos interesados en las respuestas que en las reflexiones que llevan a ellas.
  Lo que los maestros deben ofrecer es un punto de vista enseñable. Lo importante es cómo ellos miran al mundo, cómo interpretan la información y cómo resuelven los problemas. Los mejores ayudan a la gente a aprender cómo pensar por su propia cuenta en vez de indicarles lo que tienen que pensar.
  Queremos trabajar un grupo de alumnos que sepan lo que queremos que sepan, pero al mismo tiempo que se sientan libres de hacer por sí mismos los juicios y decisiones que la vida les exige. También tenemos que saber cuándo ser libres, todos, riendas para que la gente no se vuelva dependiente de nosotros.

12. Dejemos de hablar... y empecemos a escuchar
  Cuando se trata de enseñar, lo que hacemos es casi tan importante como lo que decimos. Después de todo, nuestros estudiantes están todo el tiempo mirándonos. La mejor forma de mostrar que nos interesamos y nos preocupamos por ellos es escuchándolos. El aprendizaje efectivo es una calle de doble vía: es un diálogo, no un monólogo.
  Después de lanzar una pregunta, los malos profesores llenan el silencio con su propia voz en vez de esperar una respuesta. En vez de eso, esperemos diez segundos. Si queremos ser buenos profesores, tenemos que aprender a no sentirnos incómodos con el silencio. Es en esos momentos de quietud, casi eternos, en los que tienen lugar las mejores reflexiones. No los interrumpamos.

13. Dejemos que se enseñen mutuamente
  Los estudiantes no solamente aprenden de su profesor. También aprenden de sí mismos y de sus compañeros. Así es como funciona el triángulo del aprendizaje. Es posible que un estudiante tenga una idea que ninguno había pensado. Tal vez es algo sobre lo que pueden ampliar la discusión. Es muy excitante ver a los estudiantes interactuar.

14.  Evitemos usar la misma técnica para todos
  Los buenos maestros creen que todos los estudiantes pueden aprender, pero entienden que cada uno lo hace en forma diferente. Algunos son visuales, otros captan rápidamente lo abstracto, algunos prefieren leer. Así que tenemos que adoptar una técnica multidimensional durante las clases.

15.  Nunca paremos de enseñar
  La enseñanza efectiva se deriva de la calidad de la relación entre el maestro y el estudiante. No termina cuando suena la campana o cuando se acaba el día de clase.  

…con todo mi cariño y aprecio a todos mis compañeros profesores.

“Un maestro no es el que muestra el camino a seguir a sus alumnos, sino el que lo recorre día a día con ellos”
Profr. Raúl Hurtado Pérez

3 de mayo de 2013

Mal de amores




Si sientes que se te ha “partido el corazón”, no estás solo. Casi todo el mundo experimenta el tipo de aflicción que denominamos “mal de amores” en algún momento de su vida -y algunas personas parecen pasar por este tipo de experiencias muchas veces en la vida. ¡A veces parece como si todas esas canciones sobre corazones rotos se hubieran escrito precisamente para ti y la situación que estás viviendo!

Hay muchas cosas que te pueden provocar “mal de amores” o que pueden partirte el corazón. Algunas personas experimentan una profunda tristeza cuando una relación romántica llega a su fin antes de que ellas estén preparadas. Otras se enamoran de alguien que no siente lo mismo por ellas. O una persona puede sentir que se le “parte el corazón” cuando un buen amigo desaparece de su vida.

Aunque las causas pueden ser diferentes, la sensación de pérdida es la misma -independientemente de que se trate de la pérdida de algo real o de algo con lo que sólo se había soñado. La gente describe este tipo de experiencias como un sentimiento de profunda amargura, vacío, y tristeza.

A Cristina, de 17 años, se le partió el corazón cuando ella y su novio decidieron poner fin a su relación antes de iniciar sus estudios universitarios en dos universidades que estaban alejadas geográficamente. Ambos consideraron que una relación a distancia probablemente no funcionaría con ellos y sabían en lo más hondo de sus corazones que, si estaban hechos el uno para el otro, encontrarían la forma de volver a estar juntos cuando completaran sus estudios.

Pero seguía siendo muy duro y sumamente triste tener que poner fin a una relación de dos años y medio.Aunque los poetas llevan miles de años escribiendo sobre el mal de amores, cuando te ocurre a ti, lo sientes como si ninguna otra persona en el mundo se hubiera sentido jamás del mismo modo. Si te estás recuperando de una experiencia de este tipo, hay cosas que puedes hacer para aliviar el sufrimiento.

Aquí tienes algunos consejos que te pueden ayudar: Comparte tus sentimientos. Algunas personas encuentran que el hecho de compartir sus sentimientos con alguien de confianza -alguien que se haga eco de lo que están pasando- les ayuda a sentirse mejor. Esto puede implicar expresar todo lo que sientes, e incluso llorar en el hombro de un buen amigo o familiar y dejar que éste te consuele.

A otros les ayuda más salir de casa y hacer aquellas cosas que normalmente disfrutan haciendo, como ir al cine o a un concierto, para desconectar del sufrimiento. Es posible que la gente, con sus mejores intenciones, no entienda la profundidad de tus sentimientos e intente animarte con afirmaciones como “lo superarás” o “ya conocerás a otra persona”.

Probablemente esas personas están intentando ayudarte de la única forma que saben. Pero, si tienes la sensación de que determinada persona es incapaz de entender por lo que estás pasando o intenta minimizar tus sentimientos, habla con alguien que te entienda mejor. Cuídate. Tener partido el corazón puede ser muy estresante, de modo que no permitas que interfiera con tu ritmo de sueño: tu cuerpo necesita descansar para reponerse. Duerme mucho, come alimentos saludables y haz ejercicio regularmente para reducir el estrés y los sentimientos depresivos, e intente elevar tu autoestima.

Recuerda todas las cosas buenas que tienes. A veces las personas que tienen partido el corazón se echan las culpas por lo ocurrido. Pueden ser muy duras consigo mismas, exagerando sus faltas como si hubieran hecho algo para merecer el sufrimiento que están experimentando. Si te das cuenta de que te está ocurriendo esto, ¡corta de raíz!

Recuérdate las cualidades que tienes y, si no se te ocurre ninguna porque el dolor te ofusca la mente, pide a tus amigos que te ayuden a recordar todas las buenas cualidades que tienes.
Manténte ocupado.

Puede costarte bastante cuando estés sumido en la tristeza y dominado por el sentimiento de pérdida, pero ayuda mucho. Es un buen momento para redecorar tu habitación o probar una nueva afición (hobby). Esto no significa que no debas pensar en lo ocurrido -reflexionar sobre lo que nos ha sucedido forma parte del proceso de curación – sino que también debes centrar tu atención en otras cosas.

Date tiempo. Para superar la tristeza hace falta tiempo. Casi todo el mundo cree que nunca se repondrá completamente, pero el espíritu humano es sorprendente -y los males de amores casi siempre se curan al cabo de un tiempo. Pero, ¿cuánto tardarás en superarlo? Eso dependerá de qué fue lo que te partió el corazón, cómo afrontaste la pérdida y con qué rapidez tiendes a recuperarte de las experiencias. Recomponer un corazón roto puede costar sólo unos días o muchas semanas – y a veces incluso meses.

Algunas personas sienten que nunca volverán a ser felices y se refugian en el alcohol o las drogas. Otros se enfadan muchísimo e intentan hacerse daño o hacer daño a otras personas. Las personas que empiezan a beber, a consumir drogas, o a autolesionarse para evadirse de la realidad de la pérdida pueden creer que están mitigando el dolor, pero se tratará de un alivio meramente temporal. Esas personas no están afrontando realmente su dolor, sino tan sólo enmascarándolo, lo que hará que sus sentimientos crezcan en su interior y, a la larga, prolongará su sufrimiento.

A veces la tristeza es tan profunda -o dura tanto tiempo- que la persona necesita ayuda profesional para reponerse. Para aquellas personas que al cabo de unas semanas no se empiezan a encontrar mejor o siguen estando deprimidas, puede ser de gran ayuda hablar con un profesional de la salud mental o psicoterapeuta. O sea que ten paciencia contigo mismo y deja que empiece el proceso de curación.