En estos tiempos pareciera que ser niño es algo humillante.
Y eso que esa etapa es una de las más cortas de nuestra existencia, tomando en cuenta que, según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud, en la actualidad, el promedio de vida en el ser humano anda alrededor de los 74 años.
La niñez cada vez se acorta más; antes podíamos decir que una persona de 12 a 15 años era aún un niño, pero ahora le llamamos “preadolescentes” o “adolescentes”. Entonces, si la niñez empezara a nuestros 4 años donde más o menos empezamos a tener "conciencia" de las cosas, y acabará a nuestros 11 años, y tomáramos en cuenta el promedio de vida como 74 años, el porcentaje de nuestra etapa infantil sería sólo de 11% del total de nuestra existencia. ¡Realmente poco! Y con nuestra tendencia actual, éste porcentaje tiende a reducirse aún más.
Pero, ¿porqué ésta prisa por crecer?
La mayoría de los adultos guardamos en nuestros recuerdos momentos felices.… la mayor parte de ellos vividos cuando aún éramos niños, sin preocupaciones y comúnmente sin más deber que asistir a la escuela, hacer tareas y tender nuestra cama. Pasábamos horas recorriendo el jardín en busca de chapulines y flores, jugábamos guerritas de agua con nuestros amigos, nos sentábamos por hooooras a platicar con nuestro mejor amigo, bailábamos y cantábamos toda la música infantil de nuestra época, organizábamos “obras de teatro” con nuestros amigos, jugábamos a las escondidas, y después de estar toda la tarde jugando lo único que queríamos era disfrutar de la rica cena que mamá o la abuela nos tenían lista.
Las niñas, aunque estuvieran un poco grandecitas, todavía jugaban con sus muñecas y casitas, y los niños andaban en la calle jugando pelota o patinando con sus amigos.
La idea de algún noviazgo no pasaba por nuestra cabeza, eso era para los “grandes” de más de 18 años….
Ahora, todo es diferente. Desde que el niño empieza a tener 11 o 12 años, ya no se siente bien teniendo fiestas infantiles con globos y concursos, aunque él sí lo siga disfrutando. Pero ¿que dirían sus amigos si supieran que para él su máxima diversión es el juego de las sillas musicales? ¡No, que verguenza! las niñas se desprenden de sus muñecas como si éstas estuvieran contaminadas con algo horrendo, porque ellas ya están “grandes”…. ¿ir a un parque con papá y mamá para jugar a la pelota? ¡Impensable, eso es para bebés!. Y si uno ve sus cuartos, no podrá encontrar ni con lupa un “juguete” sea cual sea, que no se parezca a un mp3 player o un videojuego de moda.
Y… ¿quién tiene verdaderamente la culpa de todo esto? Los padres, claro, porque muchas veces no se toman el tiempo para estar con su hijo y prefieren que sea la televisión la que los eduque. Siempre están tan cansados, que lo que menos desearían en un fin de semana es ir al parque con sus hijos para practicar el béisbol o el fútbol, porque ya tienen planes de dormir todo el fin de semana o reunirse con sus amigos.
Quieren ver a sus hijos realizados, y por ello desde pequeños les motivan a defenderse, a exigir sus derechos, a ser los mejores, y con ello, a presionar a sus hijos para que no pierdan el tiempo y crezcan cada vez más rápidamente. Les dan regalos costosos porque quieren demostrarles cuánto los quieren y entonces el niño, desde pequeño se vuelve exigente y difícil de complacer porque a corta edad ¡ya lo tuvo todo!: teléfono, televisión, celular, aparatos sofisticados de sonido, potentes computadoras, y hasta autos. ¿Para qué ese muchacho desearía seguir siendo niño? Si conforme va creciendo, se puede comer el mundo a mordidas mas grandes. Pero tristemente también, el mundo se va volviendo cada vez más “aburrido”. O, ¿quién no conoce a un “adolescente” que se queja de que está aburrido cada 5 minutos?
Pensemos entonces nosotros los padres, en tratar de devolverle a la niñez esos años que poco a poco se le han ido robando…. Fomentemos en nuestros hijos los gustos por las cosas sencillas, cálidas, y que disfruten verdaderamente de las personas, no de los aparatos modernos. Enseñémosles la magia de recortar muñecas de papel y vestirlas, de pintar un dibujo con lápices de colores, de jugar al “capeado” con la pelota, de salir a caminar y platicar, de explorar nuestro jardín y descubrir tantas cosas sorprendentes.
Enseñémosles a nuestros hijos a hacer pasteles, a jugar a inventar canciones, explíquenles que no tiene nada de malo que juegue con sus hermanos o amigos con sus juguetes como globos, muñecas, o carritos, dejémoslos hacer “casitas” debajo de las mesas o atrás de los muebles, y sobre todo, respetemos esos momentos de juego como sagrados porque son los momentos que más recordarán durante su madurez, que durará mucho más tiempo del que uno desearía.
Abrázemosles mucho, que nunca carezcan de nuestro cariño.
Y eso que esa etapa es una de las más cortas de nuestra existencia, tomando en cuenta que, según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud, en la actualidad, el promedio de vida en el ser humano anda alrededor de los 74 años.
La niñez cada vez se acorta más; antes podíamos decir que una persona de 12 a 15 años era aún un niño, pero ahora le llamamos “preadolescentes” o “adolescentes”. Entonces, si la niñez empezara a nuestros 4 años donde más o menos empezamos a tener "conciencia" de las cosas, y acabará a nuestros 11 años, y tomáramos en cuenta el promedio de vida como 74 años, el porcentaje de nuestra etapa infantil sería sólo de 11% del total de nuestra existencia. ¡Realmente poco! Y con nuestra tendencia actual, éste porcentaje tiende a reducirse aún más.
Pero, ¿porqué ésta prisa por crecer?
La mayoría de los adultos guardamos en nuestros recuerdos momentos felices.… la mayor parte de ellos vividos cuando aún éramos niños, sin preocupaciones y comúnmente sin más deber que asistir a la escuela, hacer tareas y tender nuestra cama. Pasábamos horas recorriendo el jardín en busca de chapulines y flores, jugábamos guerritas de agua con nuestros amigos, nos sentábamos por hooooras a platicar con nuestro mejor amigo, bailábamos y cantábamos toda la música infantil de nuestra época, organizábamos “obras de teatro” con nuestros amigos, jugábamos a las escondidas, y después de estar toda la tarde jugando lo único que queríamos era disfrutar de la rica cena que mamá o la abuela nos tenían lista.
Las niñas, aunque estuvieran un poco grandecitas, todavía jugaban con sus muñecas y casitas, y los niños andaban en la calle jugando pelota o patinando con sus amigos.
La idea de algún noviazgo no pasaba por nuestra cabeza, eso era para los “grandes” de más de 18 años….
Ahora, todo es diferente. Desde que el niño empieza a tener 11 o 12 años, ya no se siente bien teniendo fiestas infantiles con globos y concursos, aunque él sí lo siga disfrutando. Pero ¿que dirían sus amigos si supieran que para él su máxima diversión es el juego de las sillas musicales? ¡No, que verguenza! las niñas se desprenden de sus muñecas como si éstas estuvieran contaminadas con algo horrendo, porque ellas ya están “grandes”…. ¿ir a un parque con papá y mamá para jugar a la pelota? ¡Impensable, eso es para bebés!. Y si uno ve sus cuartos, no podrá encontrar ni con lupa un “juguete” sea cual sea, que no se parezca a un mp3 player o un videojuego de moda.
Y… ¿quién tiene verdaderamente la culpa de todo esto? Los padres, claro, porque muchas veces no se toman el tiempo para estar con su hijo y prefieren que sea la televisión la que los eduque. Siempre están tan cansados, que lo que menos desearían en un fin de semana es ir al parque con sus hijos para practicar el béisbol o el fútbol, porque ya tienen planes de dormir todo el fin de semana o reunirse con sus amigos.
Quieren ver a sus hijos realizados, y por ello desde pequeños les motivan a defenderse, a exigir sus derechos, a ser los mejores, y con ello, a presionar a sus hijos para que no pierdan el tiempo y crezcan cada vez más rápidamente. Les dan regalos costosos porque quieren demostrarles cuánto los quieren y entonces el niño, desde pequeño se vuelve exigente y difícil de complacer porque a corta edad ¡ya lo tuvo todo!: teléfono, televisión, celular, aparatos sofisticados de sonido, potentes computadoras, y hasta autos. ¿Para qué ese muchacho desearía seguir siendo niño? Si conforme va creciendo, se puede comer el mundo a mordidas mas grandes. Pero tristemente también, el mundo se va volviendo cada vez más “aburrido”. O, ¿quién no conoce a un “adolescente” que se queja de que está aburrido cada 5 minutos?
Pensemos entonces nosotros los padres, en tratar de devolverle a la niñez esos años que poco a poco se le han ido robando…. Fomentemos en nuestros hijos los gustos por las cosas sencillas, cálidas, y que disfruten verdaderamente de las personas, no de los aparatos modernos. Enseñémosles la magia de recortar muñecas de papel y vestirlas, de pintar un dibujo con lápices de colores, de jugar al “capeado” con la pelota, de salir a caminar y platicar, de explorar nuestro jardín y descubrir tantas cosas sorprendentes.
Enseñémosles a nuestros hijos a hacer pasteles, a jugar a inventar canciones, explíquenles que no tiene nada de malo que juegue con sus hermanos o amigos con sus juguetes como globos, muñecas, o carritos, dejémoslos hacer “casitas” debajo de las mesas o atrás de los muebles, y sobre todo, respetemos esos momentos de juego como sagrados porque son los momentos que más recordarán durante su madurez, que durará mucho más tiempo del que uno desearía.
Abrázemosles mucho, que nunca carezcan de nuestro cariño.
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