30 de junio de 2010

Paradigma de un hijo


Durante la Semana Santa leí nuevamente el libro de la doctora Carter-Scott, en el que su autora destaca las recomendaciones para tener una vida plena -"If life is a game, these are the rules" ("Si la vida es un juego, éstas son las reglas")- y volví a recordar que lo más importante es estar contento con uno mismo, estar contento con lo que somos física, emocional, espiritual e intelectualmente.

Pero en un segundo libro que leí, también en Semana Santa, su autora destaca que los padres tenemos una influencia muy importante en nuestros hijos. Su autora, Dorothy Law Notre, resalta que: "Los niños son como esponjas, ellos observan e internalizan todo lo que nosotros decimos y hacemos; ellos están aprendiendo de nosotros todo el tiempo, esto aunque nosotros no nos demos cuenta de que les estamos enseñando".

Efectivamente, nuestros hijos son el espejo de nosotros. Rápidamente vinieron a mi mente el sinnúmero de niños que son unos expertos en computadoras, saben tocar el piano, saben bailar flamenco o ballet, saben tocar la guitarra, juegan fútbol americano o sóccer, y tantas otras cosas más que aprenden los niños gracias al tesón, trabajo, esfuerzo y entusiasmo de sus padres. Vinieron también a mi mente las imágenes de Kosovo y el impacto en los niños de tanto odio, agresión, angustia, incertidumbre y peligro que están viviendo. Yo me temo que ellos están aprendiendo a odiar.

¿Qué aprendí del libro de Dorothy "Children Learns What They Live" ("Los Niños Aprenden lo que Ellos Viven"), de la editorial Workman?

* Que lo que somos depende de uno mismo y de nuestro medio ambiente.
* Que los padres somos una parte muy importante del medio ambiente de nuestros hijos -somos un espejo que les refleja mensajes y comportamientos del medio ambiente.
* Que mucho de los hábitos, actitudes y valores que tenemos no son más que un reflejo de lo que vivimos en nuestra casa, son un reflejo de los hábitos, actitudes y valores de nuestros padres
* Que los padres tenemos una gran responsabilidad; responsabilidad que no es tan evidente para los padres jóvenes, y me temo que esto se aplica también para algunos ya no tan jóvenes.
* Que muy pocos padres están preparados para enfrentar esa gran responsabilidad.
* Que tenemos que prepararnos para ser un paradigma-espejo para el aprendizaje de nuestros hijos.

Aprendí también una serie de recomendaciones que destaca Dorothy en su libro:

1.- "Que si los niños viven en un ambiente en el cual impera la crítica, ellos aprenden a criticar y condenar". Si nos dedicamos a criticar a nuestros hijos: Si les decimos, mira nada más qué sucio vienes, qué desarreglado está tu cuarto, eres un burro, ¿qué cree que están aprendiendo de nosotros?
Si hacemos lo mismo con nuestros amigos, con nuestros gobernantes, con nuestros jefes, con nuestros subordinados, con nuestro país, les estamos enseñando cómo condenar a otros y es más, asegura Dorothy, podemos enseñarles a condenarse a ellos mismos.

Esta, asegura Dorothy, es una excelente manera de destruir su autoestima y el respeto por los demás. ¿De quién depende que esto no ocurra? De nosotros, los padres, que tenemos que aprender a no actuar así, pero también de la comunidad, añadiría yo. Si la comunidad regiomontana es una comunidad que le encanta la crítica y esto se refleja en la radio, en la televisión y en los periódicos, entonces no nos debemos de extrañar de la actitud de nuestros jóvenes.

2.- Destaca también que si los niños viven en un ambiente hostil, ellos aprenden a pelear. Desde luego este ambiente hostil se puede presentar de diferentes maneras: un ambiente hostil en la casa debido a los conflictos entre los papás, pero también el ambiente hostil que puede generar el que los niños pasen cientos de horas frente a la televisión viendo películas o caricaturas en las que se presentan imágenes de violencia. Recuerde que la violencia polariza la actitud de los niños marcándolos muchas veces para toda la vida, volviéndolos agresivos o marcándolos con una actitud de evitar los conflictos a como dé lugar.

3.- Asimismo, también la autora distingue que si los niños viven con temores y miedos, ellos aprenden a ser agresivos. Desde luego, asegura Dorothy, a los niños les encantan las historias de miedo; pero vivirlo en carne propia y continuamente los vuelve agresivos e inseguros.

Así que, estimado lector, atienda los temores y miedo de sus hijos entendiendo que lo que para ellos es muy importante, a usted le puede parecer intrascendente.

Yo todavía recuerdo vivamente el miedo que sentía cuando jugando en la calle, frente a mi casa en San Antonio de las Alazanas, se acercó una camioneta, de seguro a preguntarme algo, y no sé por qué vino a mi mente que me iban a secuestrar y sin mediar palabra salí corriendo hacia los brazos de mi mamá. Duré más de un mes teniendo pesadillas

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