1. No se trata de nosotros, sino de ellos
Los verdaderos profesores deben considerarse a sí mismos como guías que llevan
a los estudiantes en una excursión en donde el punto focal no es el profesor,
sino los estudiantes.
No es bueno llegar a la clase pensando “¿Qué voy a hacer hoy?” sino “¿Qué
van a hacer mis estudiantes hoy?”
2. Estudiemos a nuestros estudiantes
No basta con conocer nuestros materiales. Debemos conocer a las personas a
las que vamos a enseñar, sus talentos, su experiencia previa y sus necesidades.
De otra manera, ¿cómo podemos estar seguros de lo que ellos ya conocen y de lo
que necesitan saber?
Una analogía muy simple es imaginarse que alguien nos pregunta “¿Cómo llego
a…?” Lo primero que debemos preguntar es
“¿En dónde está usted?” Debemos saber el punto de partida de un alumno para
ayudarlo a llegar a su destino. Puede sonar obvio, pero como profesores, a
veces empezamos el viaje y nos olvidamos de preguntar de dónde vienen nuestros
estudiantes.
3. Creemos un ambiente seguro para tomar
riesgos.
Recuerdo cuando estaba enseñando a una de mis hijas a cruzar la calle
cuando tenía cinco años. Siempre le decía: “Tú me dices cuándo podemos cruzar”.
Le daba la mano y esperaba a que ella tomara la decisión y me llevara. Si su
decisión era equivocada, le preguntaba: “¿Estás segura? Mira otra vez”.
Aprender es un acto de vulnerabilidad. Los estudiantes tienen que reconocer
que ellos no saben, tomar riesgos y repensar lo que creían que sabían. Eso
puede ser incómodo e incluso aterrador para algunos y nuestro trabajo como
profesores debe ser el de crear un entorno favorable para que puedan lanzarse
al vacío con la certeza de que la red que pusimos estará allí esperándolos.
Las maestras de preescolar muchas veces colocan cojines en el suelo y se
sientan a la misma “altura” de sus estudiantes, o llenan las paredes del salón
con sus trabajos para hacer que el espacio sea de ellos. El resultado es un
ambiente de aprendizaje seguro para ellos emocional, intelectual y
psicológicamente.
Los estudiantes tienen que saber que pueden confiar en su profesor.
Por eso es importante que sepan que en nuestra aula de clase no existe el
sarcasmo y que nosotros no los vamos a hacer quedar mal ante los demás.
4. Los grandes maestros emanan pasión
La diferencia entre un buen profesor y un gran profesor no es su
experiencia o sus conocimientos. Tiene que ver con su pasión. Pasión por el
tema, pasión por enseñar, pasión por lo que hace. El deseo es contagioso, si el
profesor lo tiene, lo más seguro es que los estudiantes también lo obtendrán.
Lo más importante es tener pasión por lo que se hace y esta debe ser
genuina. Es algo que no se puede simular. Los estudiantes descubren
inmediatamente cuando ponemos un interés sincero y cuando no.
5. Volvámoslo claro, así no podamos volverlo
simple
Uno de los principales atributos de un gran maestro es su habilidad para
desmenuzar ideas complejas y hacerlas entendibles. La esencia de enseñar
y de aprender está en la comunicación. Como profesores debemos estar
permanentemente mejorando nuestras habilidades de comunicación tanto escrita
como oral.
Nuestra labor consiste en ser constantes traductores de conceptos difíciles
a un idioma simple. Somos clarificadores, iluminadores, desempacadores.
Buscamos ejemplos, creamos metáforas, hacemos diagramas: todo lo que sea
necesario para que nuestros estudiantes reciban en forma clara el mensaje. Pero
no debemos sobrepasarnos y querer trivializar todo. Muchas veces el estudiante
necesita bocadillos de conocimiento que le exijan un esfuerzo adicional.
6. Somos líderes y tutores
Los buenos maestros son guías que acompañan y orientan , son firmes, pero no
son rígidos ni autoritarios
7. No temamos ser vulnerables
Para algunos, ser un profesor significa presentarse como la persona que
tiene todas las respuestas. Cualquier signo de vulnerabilidad o de ignorancia
puede significar debilidad. Ese tipo de persona es un pésimo profesor
A veces la mejor respuesta que un profesor puede dar es, “No lo sé”. En vez
de perder credibilidad, se gana la confianza de los estudiantes y esa confianza
es la base de una relación productiva. Todos sabemos que la perfección es una
máscara. Por eso desconfiamos de las personas que se ocultan detrás de la
máscara del sabelotodo. No son honestos con nosotros. Las personas con las que
desarrollamos las más profundas conexiones son aquellas que reconocen sus
limitaciones frente a nosotros.
Reconocer lo que usted no sabe muestra que todavía está aprendiendo, que el
profesor es, en realidad, todavía un estudiante.
8. Enseñemos con el corazón
La mejor enseñanza no sale de fórmulas; es personal. Diferentes personas
enseñan literatura de múltiples maneras porque lo hacen de acuerdo a cómo ellos
son y cómo ven el mundo. Enseñamos lo que somos. El acto de enseñar requiere el
coraje de explorar nuestro propio sentido de identidad.
Si no sabemos quiénes somos, no podemos conocer completamente a nuestros
estudiantes y no podremos conectarnos con ellos. La gente recurre a técnicas
para lograrlo hasta que descubren su propia forma de ser profesor. El músico de
Jazz Charlie Parker lo expresaba muy fácil: “Si no lo vives, no va a salir de
tu trompeta”.
9. Repitamos los puntos importantes
Si usted quiere que sus estudiantes recuerden algo importante, es necesario
que se los diga más de una vez. La primera vez que algo se dice, se escucha. La
segunda vez, se reconoce. Y la tercera vez, se aprende.
El reto está entonces en ser consistente sin volverse predecible o
aburrido. Los mejores maestros mantienen su mensaje fresco utilizando nuevas
formas de expresar los mismos puntos. Hay que ser ingenioso y disfrazar un poco
los temas de manera que la gente piense, “esto no lo había escuchado antes”.
10. Los buenos maestros hacen buenas preguntas
Un profesor efectivo entiende que aprender es explorar lo desconocido y que
tal exploración empieza con formularse las preguntas adecuadas. No se trata de
preguntas disfrazadas de conferencias. No se trata de preguntas de falso o
verdadero que no encienden discusiones acaloradas. Se trata de preguntas que
abren las puertas a más profundos cuestionamientos. “¿Cómo funciona esto?”,
“¿Qué significa esto?” y la pregunta favorita: “¿Por qué?”
Si queremos llegar a lo más profundo de un tema, preguntemos ¿por qué?,
cinco veces, como acostumbran los orientales.
11. No se trata simplemente de transferir
información
Se trata de enseñar a la gente a pensar. Lo último que desearíamos hacer es
pararnos a decirles lo que tienen que hacer, o darles las respuestas que
queremos oír. Los mejores profesores están menos interesados en las respuestas
que en las reflexiones que llevan a ellas.
Lo que los maestros deben ofrecer es un punto de vista enseñable. Lo
importante es cómo ellos miran al mundo, cómo interpretan la información y cómo
resuelven los problemas. Los mejores ayudan a la gente a aprender cómo pensar
por su propia cuenta en vez de indicarles lo que tienen que pensar.
Queremos trabajar un grupo de alumnos que sepan lo que queremos que sepan,
pero al mismo tiempo que se sientan libres de hacer por sí mismos los juicios y
decisiones que la vida les exige. También tenemos que saber cuándo ser libres,
todos, riendas para que la gente no se vuelva dependiente de nosotros.
12. Dejemos de hablar... y empecemos a escuchar
Cuando se trata de enseñar, lo que hacemos es casi tan importante como lo
que decimos. Después de todo, nuestros estudiantes están todo el tiempo
mirándonos. La mejor forma de mostrar que nos interesamos y nos
preocupamos por ellos es escuchándolos. El aprendizaje efectivo es una calle de
doble vía: es un diálogo, no un monólogo.
Después de lanzar una pregunta, los malos profesores llenan el silencio con
su propia voz en vez de esperar una respuesta. En vez de eso, esperemos diez
segundos. Si queremos ser buenos profesores, tenemos que aprender a
no sentirnos incómodos con el silencio. Es en esos momentos de quietud, casi
eternos, en los que tienen lugar las mejores reflexiones. No los interrumpamos.
13. Dejemos que se enseñen mutuamente
Los estudiantes no solamente aprenden de su profesor. También aprenden de
sí mismos y de sus compañeros. Así es como funciona el triángulo del
aprendizaje. Es posible que un estudiante tenga una idea que ninguno había
pensado. Tal vez es algo sobre lo que pueden ampliar la discusión. Es muy
excitante ver a los estudiantes interactuar.
14. Evitemos usar la misma técnica para
todos
Los buenos maestros creen que todos los estudiantes pueden aprender, pero
entienden que cada uno lo hace en forma diferente. Algunos son visuales, otros
captan rápidamente lo abstracto, algunos prefieren leer. Así que tenemos que
adoptar una técnica multidimensional durante las clases.
15. Nunca paremos de enseñar
La enseñanza efectiva se deriva de la calidad de la relación entre el
maestro y el estudiante. No termina cuando suena la campana o cuando se acaba
el día de clase.
…con todo mi cariño y aprecio a todos mis compañeros profesores.
“Un maestro no es el que
muestra el camino a seguir a sus alumnos, sino el que lo recorre día a día con ellos”
Profr. Raúl Hurtado Pérez
5 comentarios:
La profesión de un maestro requiere además de vocación y responsabilidad... pasión al realizar nuestro trabajo.
Agradezco haya compartido este hermoso mensaje con nosotros: los maestros.
¡Felicidades!
Nora Hilda Bernal Pérez
Excelente reflexión, q bueno sería apropiarla todos... t felicito.
Muy gentil de su parte: "Gracias por compartir". Ojalá tomemos un punto para cada día y así lograr engrandecer tan noble labor.
EXCELENTE REFLEXION OJALA Y TODOS TRATEMOS DE ACTUAR ASI.
no existe ningun profesor asi. lamentablemente.
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