Bienaventurado el profesor que, aún a riesgo de no ser entendido, insiste en su tarea: el tiempo dará su fruto.
Bienaventurado el profesor que, aún sabiendo, pone su sabiduría en las manos de Dios: llegará al fondo de muchas cuestiones.
Bienaventurado el profesor que entiende su trabajo como una vocación: será una fuente inagotable.
Bienaventurado el profesor que, además de promover la cultura, llena de valores las mentes de sus alumnos: será forjador de la futura sociedad.
Bienaventurado el profesor que, en sus ratos libres, acude a la contemplación y a la oración: se llenará de paz y de serenidad.
Bienaventurado el profesor que confía en las posibilidades de sus alumnos: se realizará vaciándose en ellos.
Bienaventurado el profesor que se actualiza y no se queda desfasado: comprobará que las materias son las mismas pero, las formas, es bueno ajustarlas.
Bienaventurado el profesor que comparte lo bueno y lo malo con sus compañeros: no se sentirá sólo en la difícil tarea de educar.
Bienaventurado el profesor que, más allá de sus calificaciones, mira a sus alumnos con una sonrisa y comprensión: la empatía será una consecuencia.
Bienaventurado el profesor que disfruta dando lo que tiene: será rico por lo que supo dar y cómo lo dió.
Bienaventurado el profesor que vive y disfruta sembrando: otros recogerán lo que él sembró.
Bienaventurado el profesor que se vacía de sí mismo para llenar el alma, la mente y el corazón de sus alumnos: su esencia permanecerá en las futuras generaciones.
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